Diario de viaje: segundo día
Huelva - Matalascañas. Sábado 30 Julio 2005
Fresco como una rosa y tras un maravilloso desayuno con todas las comodidades parto para Matalascañas, no sin antes inmortalizar con mi cámara a Alicia y su perrita Abril, uno de los descubrimientos del día. Es como una ovejita en miniatura.
Las calles de Huelva están extrañamente vacías. Primer día de resaca de las fiestas colombinas.
De camino a Mazagón atravieso el polo químico, y allí en lo alto muy cerca del monasterio de la Rábida puedo ver mi primera Escuela Universitaria. El Politécnico de la Rábida.
Echando mano del baúl de los recuerdos rescato algunas de las calamidades y alegrías que pasé en esos tres años de estudiantes de Ingeniería Técnica. Allí conocí a Pedro, uno de mis mejores amigos que siguió estudiando más tarde en Badajoz conmigo. Lo conocí en circunstancias parecidas al viaje de ahora, sólo por primera vez en clase emprendiendo una nueva etapa por mi cuenta.
Mazagón me ha sorprendido, pero no por el pueblo en sí, si no por el precioso carril bici asfaltado de unos 10km que me lleva a Matalascañas. Pero los últimos 19km me los tengo que hacer de nuevo por carretera porque se ve que el cemento no daba para más y lo que queda es terreno para mountain bike pura. Me cruzo con muchos ciclistas por el carril bici, eso hace que sea más ameno el camino.
Dos horas después de salir de Huelva llego a Matalascañas y la primera sorpresa, es más grande de lo que pensaba. A vista de Google Maps parece un núcleo rectangular pero a pie de calle todo es un enorme laberinto de chales de una planta.
Llegar a la playa es una prueba pues no hay ordenación urbana aparente, las calles no tienen nombre y todo está dividido por zonas, zona A B C D, zona E F G H, zona … Cuando por fin llego a la playa hay que volver a currárselo y atravesar acerados y parkings entre urbanizaciones hasta pisar arena de playa. Una playa más que masificada de bañistas. Con este panorama de caos inmobiliario huyo al camping, que está en las afueras a 2 km y allí se respirará más tranquilidad.
Pagar, montar la tienda, ducha y a dormir un rato.
Mi amigo Unai me da otra sorpresa de las suyas y me confirma que viene por la tarde desde Sevilla a pasar el día conmigo y hacerme compañía. Lo voy a nombrar “avituallamiento oficial del viaje”.
El camping está en lo alto de una de las dunas de 40 – 50 metros que dominan la costa hasta Mazagón. Desde aquí a lo lejos se divisa Chipiona al otro lado del Coto Doñana y la desembocadura del Guadalquivir.
Al bajar a la playa aprovecho para preguntar a una persona mayor por la posibilidad del trayecto en bici a Sanlucar por la playa del Coto Doñana. El hombre se ve curtido por el mar y el sol. Me confirma que no hay problema y que es una travesía sin problemas con las autoridades siempre y cuando se haga a pie o en bici.
Una llamada de Unai al móvil. Al salir a la puerta del camping donde me esperaba veo que ya está acompañado, como no. Acaba de conocer a 2 mujeres en una de sus aventuras. También está Alfonso, uno de sus mejores amigos en Sevilla.
Destino de copas, el Rocio. Es más, nos colocamos en un bar a las afueras con unas vistas de lujo de las marismas frente a la ermita de la virgen. Las miradas de los tres se clavan en una de las acompañantes. Su físico y sensualidad desequilibran a cualquiera en esta época veraniega. Que pena que un rato después tiraban para Sevilla de vuelta a casa. Matalascañas es a Sevilla como Punta Umbría a Huelva.
Para terminar la noche otra aventura Unai, hay que colarse en el camping. Yo tengo pase pero Unai viene de paso y no le merecía la pena inscribirse por unas horas, es más, a las 7:00 se iba de nuevo a Sevilla, así que sólo necesitaba descansar unas horas en mi tienda. Por suerte el camping es inmenso y a las 2:00 todos los que se cuelan son pardos.
Me sorprende ver la alegría de Unai cuando se dispone a dormir en mi tienda. El suelo duro, la noche fría y apenas 5 horas de descanso por delante. Pero él echaba de menos dormir así, pero no por la tienda si no por todo lo que rodea al hecho de que el refugio era una tienda, pocas comodidades, fuera de casa, el campo, la libertad…
Fresco como una rosa y tras un maravilloso desayuno con todas las comodidades parto para Matalascañas, no sin antes inmortalizar con mi cámara a Alicia y su perrita Abril, uno de los descubrimientos del día. Es como una ovejita en miniatura.
Las calles de Huelva están extrañamente vacías. Primer día de resaca de las fiestas colombinas.
De camino a Mazagón atravieso el polo químico, y allí en lo alto muy cerca del monasterio de la Rábida puedo ver mi primera Escuela Universitaria. El Politécnico de la Rábida.
Echando mano del baúl de los recuerdos rescato algunas de las calamidades y alegrías que pasé en esos tres años de estudiantes de Ingeniería Técnica. Allí conocí a Pedro, uno de mis mejores amigos que siguió estudiando más tarde en Badajoz conmigo. Lo conocí en circunstancias parecidas al viaje de ahora, sólo por primera vez en clase emprendiendo una nueva etapa por mi cuenta.
Mazagón me ha sorprendido, pero no por el pueblo en sí, si no por el precioso carril bici asfaltado de unos 10km que me lleva a Matalascañas. Pero los últimos 19km me los tengo que hacer de nuevo por carretera porque se ve que el cemento no daba para más y lo que queda es terreno para mountain bike pura. Me cruzo con muchos ciclistas por el carril bici, eso hace que sea más ameno el camino.
Dos horas después de salir de Huelva llego a Matalascañas y la primera sorpresa, es más grande de lo que pensaba. A vista de Google Maps parece un núcleo rectangular pero a pie de calle todo es un enorme laberinto de chales de una planta.
Llegar a la playa es una prueba pues no hay ordenación urbana aparente, las calles no tienen nombre y todo está dividido por zonas, zona A B C D, zona E F G H, zona … Cuando por fin llego a la playa hay que volver a currárselo y atravesar acerados y parkings entre urbanizaciones hasta pisar arena de playa. Una playa más que masificada de bañistas. Con este panorama de caos inmobiliario huyo al camping, que está en las afueras a 2 km y allí se respirará más tranquilidad.
Pagar, montar la tienda, ducha y a dormir un rato.
Mi amigo Unai me da otra sorpresa de las suyas y me confirma que viene por la tarde desde Sevilla a pasar el día conmigo y hacerme compañía. Lo voy a nombrar “avituallamiento oficial del viaje”.
El camping está en lo alto de una de las dunas de 40 – 50 metros que dominan la costa hasta Mazagón. Desde aquí a lo lejos se divisa Chipiona al otro lado del Coto Doñana y la desembocadura del Guadalquivir.
Al bajar a la playa aprovecho para preguntar a una persona mayor por la posibilidad del trayecto en bici a Sanlucar por la playa del Coto Doñana. El hombre se ve curtido por el mar y el sol. Me confirma que no hay problema y que es una travesía sin problemas con las autoridades siempre y cuando se haga a pie o en bici.
Una llamada de Unai al móvil. Al salir a la puerta del camping donde me esperaba veo que ya está acompañado, como no. Acaba de conocer a 2 mujeres en una de sus aventuras. También está Alfonso, uno de sus mejores amigos en Sevilla.
Destino de copas, el Rocio. Es más, nos colocamos en un bar a las afueras con unas vistas de lujo de las marismas frente a la ermita de la virgen. Las miradas de los tres se clavan en una de las acompañantes. Su físico y sensualidad desequilibran a cualquiera en esta época veraniega. Que pena que un rato después tiraban para Sevilla de vuelta a casa. Matalascañas es a Sevilla como Punta Umbría a Huelva.
Para terminar la noche otra aventura Unai, hay que colarse en el camping. Yo tengo pase pero Unai viene de paso y no le merecía la pena inscribirse por unas horas, es más, a las 7:00 se iba de nuevo a Sevilla, así que sólo necesitaba descansar unas horas en mi tienda. Por suerte el camping es inmenso y a las 2:00 todos los que se cuelan son pardos.
Me sorprende ver la alegría de Unai cuando se dispone a dormir en mi tienda. El suelo duro, la noche fría y apenas 5 horas de descanso por delante. Pero él echaba de menos dormir así, pero no por la tienda si no por todo lo que rodea al hecho de que el refugio era una tienda, pocas comodidades, fuera de casa, el campo, la libertad…
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