Diario de viaje: quinto día
Cádiz - Caños de Meca. Martes 2 Agosto 2005
Primera parada en San Fernando, hay que repostar. Las cosas que tengo que comprar cada día: litro de Aquarius (uno para la pedalada de la mañana y otro para la tarde), un pastelito para reponer fuerzas más tarde y sobre todo hielo, si, tengo que mantener frío un medicamento que llevo para mi diabetes insípida y esta es la mejor solución. El hielo y la medicación los meto en una bolsa isotérmica de esas que se pueden encontrar en la zona de congelados de los supermercados. La bolsa me costó sólo 1 euro y me va de maravilla para aguantar el frío, además, se adapta perfectamente en la alforja junto con las demás cosas.
Mi intención es bordear el litoral una vez pase por Chiclana, pero otro mar de urbanizaciones y campos de golf me impiden discernir que carretera o camino se corresponde al que veo en el mapa. ¿Qué será de la costa cuando todo sea una urbanización gigantesca?
Por fin llego a Cabo Roche, desde aquí puedo ver lo que me espera: Conil y al fondo el cabo trafalgar. Hay una bonita cuesta de bajada y otras más de subida. Se ve que este sitio es muy conocido por que mucha gente se acerca hasta aquí en coche o en bici para disfrutar de estas vistas de la costa de Conil, Caños de Meca y Barbate.
Conil tiene una playa para ella sola, muy larga, de unos 8 ó 10 Km. hasta Cabo Trafalgar y de aguas cristalinas. Es el mejor baño que me doy hasta el momento. Me hubiera gustado llegar esta misma mañana hasta Caños de Meca, si el agua es así aquí no me imagino como debe de ser allí que tiene tanta fama para el buceo. Pero hace mucho calor y hay que hacer tiempo hasta que baje un poco. Me doy otro festín de comida en un bar cercano a la playa y me voy a la playa a descansar como puedo bajo el sol. Una baño, una siesta, un baño, una siesta… que dura es la vida. En realidad lo es, pero hoy aquí no lo parece.
A las 18:00 parto para Caños de Meca, no puedo esperar más, estas imprudencias me pasarán factura al cuerpo tarde o temprano. En Caños de Meca la cosa cambia, hay más espacio, más campo, más tranquilidad en la tierra. Varios camping se disputan el terreno y se ve gente, mucha gente joven de todas partes del país que vienen a pasarlo bien, hippies descafeinados les llamo yo. Me deslizo por un camino que parece llegar a la playa y allí, al fondo en lo alto de un monte aislado en medio de la playa, domina el paisaje el Cabo Trafalgar. Estoy como hipnotizado y guiado por un imán que me atrae al faro. Subo la cuesta que me lleva a lo alto y doy un rodeo por un camino de tablas. Esto es mejor de lo que cuentan. ¿Por qué había tantos veraneantes en Conil y tan pocos aquí? Sólo me falta comprobar una cosa, pero antes será mejor dejar las cosas en el camping más cercano.
Ya es tarde y apenas hay nadie en el agua, pero yo no puedo esperar a mañana. Con el agua por la cintura debajo de mi hay más vida que en ningún otro sitio del camino. Pececillos de colores, mucha vegetación y agua cristalina. Rocas, muchas rocas que llegan hasta la misma orilla donde comienza la arena. A un lado tengo el Cabo Trafalgar y al otro los montes altos y verdes del parque natural de Barbate. Pienso que ha merecido la pena llegar hasta aquí con mi bicicleta.
Aprovecho el baño hasta que mi cuerpo aguanta el frío y me despido del agua hasta mañana. Creo que puede ser un buen lugar para descansar mis piernas un par de días.
La noche está tranquila, sólo un poco de viento que se ha levantado. Mucha gente en el camping se arregla para salir de marcha al núcleo urbano, pero yo no he venido hasta aquí para eso. Cojo mi bici y con una linterna me guío en el camino que me lleva desde el camping a la playa. El camino es muy tranquilo y esta noche voy a poder disfrutar de las estrellas. Me siento privilegiado mientras me acerco a lo alto del faro. Las haces de luz del faro recorren el horizonte como gigantescos radios que pierden en el horizonte del mar. Es un espectáculo, y como si estuviera en un cine me siento en el camino de tablas a disfrutarlo. No sé cuando volveré a disfrutar de algo así en mi vida. Este lugar es especial, al menos me siento así, pienso que sólo por esto ha merecido la pena llegar hastta aqui en bicicleta.
Pero se hace tarde y el viento empieza a soplar más fuerte. El día de hoy ha sido el mejor y creo que mañana será un gran día, tengo ganas de conocerme cada recoveco de este sitio.
Primera parada en San Fernando, hay que repostar. Las cosas que tengo que comprar cada día: litro de Aquarius (uno para la pedalada de la mañana y otro para la tarde), un pastelito para reponer fuerzas más tarde y sobre todo hielo, si, tengo que mantener frío un medicamento que llevo para mi diabetes insípida y esta es la mejor solución. El hielo y la medicación los meto en una bolsa isotérmica de esas que se pueden encontrar en la zona de congelados de los supermercados. La bolsa me costó sólo 1 euro y me va de maravilla para aguantar el frío, además, se adapta perfectamente en la alforja junto con las demás cosas.
Mi intención es bordear el litoral una vez pase por Chiclana, pero otro mar de urbanizaciones y campos de golf me impiden discernir que carretera o camino se corresponde al que veo en el mapa. ¿Qué será de la costa cuando todo sea una urbanización gigantesca?
Por fin llego a Cabo Roche, desde aquí puedo ver lo que me espera: Conil y al fondo el cabo trafalgar. Hay una bonita cuesta de bajada y otras más de subida. Se ve que este sitio es muy conocido por que mucha gente se acerca hasta aquí en coche o en bici para disfrutar de estas vistas de la costa de Conil, Caños de Meca y Barbate.
Conil tiene una playa para ella sola, muy larga, de unos 8 ó 10 Km. hasta Cabo Trafalgar y de aguas cristalinas. Es el mejor baño que me doy hasta el momento. Me hubiera gustado llegar esta misma mañana hasta Caños de Meca, si el agua es así aquí no me imagino como debe de ser allí que tiene tanta fama para el buceo. Pero hace mucho calor y hay que hacer tiempo hasta que baje un poco. Me doy otro festín de comida en un bar cercano a la playa y me voy a la playa a descansar como puedo bajo el sol. Una baño, una siesta, un baño, una siesta… que dura es la vida. En realidad lo es, pero hoy aquí no lo parece.
A las 18:00 parto para Caños de Meca, no puedo esperar más, estas imprudencias me pasarán factura al cuerpo tarde o temprano. En Caños de Meca la cosa cambia, hay más espacio, más campo, más tranquilidad en la tierra. Varios camping se disputan el terreno y se ve gente, mucha gente joven de todas partes del país que vienen a pasarlo bien, hippies descafeinados les llamo yo. Me deslizo por un camino que parece llegar a la playa y allí, al fondo en lo alto de un monte aislado en medio de la playa, domina el paisaje el Cabo Trafalgar. Estoy como hipnotizado y guiado por un imán que me atrae al faro. Subo la cuesta que me lleva a lo alto y doy un rodeo por un camino de tablas. Esto es mejor de lo que cuentan. ¿Por qué había tantos veraneantes en Conil y tan pocos aquí? Sólo me falta comprobar una cosa, pero antes será mejor dejar las cosas en el camping más cercano.
Ya es tarde y apenas hay nadie en el agua, pero yo no puedo esperar a mañana. Con el agua por la cintura debajo de mi hay más vida que en ningún otro sitio del camino. Pececillos de colores, mucha vegetación y agua cristalina. Rocas, muchas rocas que llegan hasta la misma orilla donde comienza la arena. A un lado tengo el Cabo Trafalgar y al otro los montes altos y verdes del parque natural de Barbate. Pienso que ha merecido la pena llegar hasta aquí con mi bicicleta.
Aprovecho el baño hasta que mi cuerpo aguanta el frío y me despido del agua hasta mañana. Creo que puede ser un buen lugar para descansar mis piernas un par de días.
La noche está tranquila, sólo un poco de viento que se ha levantado. Mucha gente en el camping se arregla para salir de marcha al núcleo urbano, pero yo no he venido hasta aquí para eso. Cojo mi bici y con una linterna me guío en el camino que me lleva desde el camping a la playa. El camino es muy tranquilo y esta noche voy a poder disfrutar de las estrellas. Me siento privilegiado mientras me acerco a lo alto del faro. Las haces de luz del faro recorren el horizonte como gigantescos radios que pierden en el horizonte del mar. Es un espectáculo, y como si estuviera en un cine me siento en el camino de tablas a disfrutarlo. No sé cuando volveré a disfrutar de algo así en mi vida. Este lugar es especial, al menos me siento así, pienso que sólo por esto ha merecido la pena llegar hastta aqui en bicicleta.
Pero se hace tarde y el viento empieza a soplar más fuerte. El día de hoy ha sido el mejor y creo que mañana será un gran día, tengo ganas de conocerme cada recoveco de este sitio.
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