Hoy me he acordado de cómo era antes, o por lo menos de una parte. Hace años jugaba a ping-pong, no se me daba mal, aunque no era nada especial. Es un deporte que requiere practicar muchos movimientos mecánicamente, así, cuando llega la hora de jugar tu cerebro le da a la bola instintivamente, y se supone que es más divertido pués te concentras en otros aspectos del juego. Más tiempo para la estrategia y el resto se convierte en un acto reflejo.
Así que o te buscabas a un compañero para practicar o nada. Se me ocurrió que tenía que buscarme un medio, un aparato, algo que me lanzara las bolas automáticamente. Por aquella época el sótano de mi casa estaba lleno de radios desmontadas, piezas de bicicletas, monopatines, la herramientas de mi padre perdidas por cualquier rincón,... un caos para cualquiera que se acercara, excepto para mi, que todo lo tenía a mano.
El proyecto empezó en plan bruto, yo tenía la idea inicial en mi cabeza y había que construirlo como fuera:
- un pequeño motor eléctrico de algún radiocasette desmontado
- una rueda de monopatín pegada al eje del motor
- una ruedecita de Tente que encajaba perfectamente en el eje del motor y a la rueda de mopatín. Era la unión entre ambos elementos. El Tente era increible.
- un trozo de gomaespuma cortada en tira y pegada alrededor de la rueda
- un guardabarro de bici por donde rodarían las pelotas de ping-pong a modo de catapulta
- entre la rueda y el guardabarro se dejaba el hueco de una pelota de ping-pong
- en la parte superior del guardabarro iva una cajita de cartón, allí irían las pelotas, el cargador de pelotas
- y todo montado y apuntillado sobre un armazón de madera
A la vista, el aparato echaba para atrás de lo improvisado que parecía, aunque lo cierto que el diseño inicial apenas sufrió variaciones a lo largo de la vida del proyecto. Lo bueno es que se podía llevar fácilmente en las manos y situarlo en cualquier lado de la mesa de ping-pong.
Las pelotas estaban todas almacenadas en la cajita de cartón superior, que tenía una pequeña inclinación para forzar la caida de las bolas. Coloqué un trozo de alambre de cobre a modo de tope para evitar la rápida caida de las bolas, así ivan pasando de una en una, torciendo el trozo de alambre que hacía de retén por un segundo para cada bola.
El motor iva conectado a un transformador, también de algún radio casette, y lo accionaba con un pequeño interruptor (dos cables pelados, no había peligro, todo iva a 12 V y muy poca intensidad), y la rueda con la gomaespuma giraba así muy rápido.
En cuando la pelota rodaba por el guardabarro, la gomaespuma friccionaba con ella y le transmitía la fuerza necesaria para lanzar la pelota a toda velocidad por el guardabarro. Me pasé horas afinando con la correcta distancia de separación entre rueda y guardabarro.
Al otro lado de la mesa estaba yo esperando para golpearla.
Esa fué la Beta 1 de mi lanzador de pelotas, aunque pronto le apliqué un "parche".
La tarea de recoger todas la bolas por el suelo, en el mejor de los casos, o dios sabe donde, era un poco pesada, así que se me ocurrió colgar del techo del sótano, por que la mesa de ping-pong era mia y la tenía en el sótano, una manta. La manta cubría todo un área de juego de la mesa y bajaba desde el techo del sótano hasta los bajos de la mesa. La tenía amarrada con alambres al armazón de las patas (si, era un poco chapucero) y con mucha pericia había forzado una pequeña inclinación para que las pelotas se fueran acumulando en un lateral de la manta. Vamos, que las pelotas golpeaban en la manta y caían en vertical hacia abajo sin fuerza para rebotar. Una vez llegaban al fondo de la manta las pelotas rodaban hasta la zona más baja listas para ser recogidas fácilmente y recargar de nuevo el cargador de pelotas.
Lo cierto es que me llevé más tiempo desarrollando el "invento" y poniéndolo a punto que practicando luego. Pero fueron días intensos, días en los que la ilusión me desbordaba y apenas dormía por la noche pensando en como solucinar algunos problemillas e imaginándome todo cuando funcionara. No me podía creer que algo que empezó como una idea se convirtiera en realidad, tan sólo con mis manos.
Mucho antes de eso, por que eso fué con 15-16 añitos, hubo más cosas, y después de eso más proyectos... pero por hoy está bien.
Antes era más "friki" que ahora.
Queda bien escribir estas cosas, quiero acordarme para siempre. Como la cada de flipado que se le quedó a mi profesor de ping-pong cuando le llevé el aparato.
Echo de menos ese entusiasmo.